Por esta vez, Porco
Rex
Se va a dejar llevar
por su alma
Impresionante se ve
Como el fantasma feo
de un bagre
Porco Rex,
Carlos Alberto Solari
La primera vez que Horacio vio el
anuncio vaciló. Había acercado el cursor sobre él pero no sabía si apretar o
no. Pensó, a pesar de su poco conocimiento en la tecnología, que no era algo
confiable, que quizá hacer clic en ese pequeño recuadro podría acarrear un
virus informático. (Él desconocía el término pero se imaginó el colapso de su
notebook.) Además, hacía tiempo que las relaciones sexuales (y todo su ritual)
no le generaban más que una mezcla rara de repulsión y animosidad. Ver, sin
embargo, era algo concreto. Era algo que no estaba sujeto a las incomodidades
de la interacción. Había visto todo tipo de cosas: BDSM, pegging, gonzo,
interracial, Young/old, POV, deepthroat, cosplay, etc. En un breve lapso de
tiempo (no llegaba a ser un año y medio) era capaz de definir concisamente
varios de los infinitos subgéneros pornográficos. Lograba comprender a la
perfección sus lógicas y el rol de los actores en cada uno de ellos.
Horacio vivía solo. Después de un
matrimonio fallido, prefirió la soledad antes que cualquier cosa.
Ocasionalmente llamaba o recibía llamados de amigos. O se los encontraba en la
calle y hablaban un rato. A veces, las menos, salía a comer o tomar algo. Nunca
más que eso.
Al mismo tiempo que mirar
pornografía se volvió algo habitual en su rutina, Horacio comenzó a soñar cada
vez más con experiencias sexuales extrañas. Parecía que todo eso que su mente
procesaba durante el día rompía la tenue barrera que separaba la realidad de
los sueños, contaminándolos. En un principio, todo parecía ser parte de un
sueño normal: diálogos ilógicos, asimetrías espacio-temporales, etc.; pero de
repente todo se tornaba siniestro, por ejemplo: una mujer lo sodomizaba
(fantasía común de Horacio por un largo tiempo) cuando de pronto el pene de
Horacio se empezaba a prender fuego. Horacio despertaba sudado y erecto.
Horacio disfrutó durante algunas
semanas del género Interracial.
Algunos sueños le hacían recordar
a uno recurrente que había tenido cuando contaba con la edad de cinco o seis
años. Se encontraba en la casa de su abuela materna mirando la televisión. Del
televisor comenzaban a salir diferentes esqueletos vivos. Intentaban agarrarlo.
Horacio sabía que era para arrancarle su pene. Despertaba con la sensación de
que había perdido algo irremplazable y primordial. Estiraba el elástico del
pantalón de pijama para asegurarse de que debajo siguiera teniendo su pene.
BDSM. Sigla que combina las letras iniciales de las palabras
Bondage, Disciplina, Dominación, Sumisión, Sadismo y Masoquismo. Abarca un conjunto
de seis modalidades eróticas relacionadas entre sí y vinculadas a lo que se
denomina sexualidades alternativas. A veces, en el habla cotidiana, se utilizan
las expresiones “sado” o “sadomasoquismo” para referirse al BDSM.
Había otras razones por las cuales Horacio nunca había apretado el recuadro que lo incitaba a acostarse con mujeres calientes. Algunas similares a la principal (el virus informático) como la idea de que se trataba de algún tipo de estafa o que, a partir de ese clic, alguna entidad desconocida podría sacar datos importantes de la notebook (su dirección, su nombre, etc.). Había otras, relacionadas con su personalidad: no le interesaba tener relaciones sexuales con nadie. Hacía años que el acto sexual le generaba cierto aburrimiento. Repetidas veces, había tenido ciertos problemas con el funcionamiento de su pene. A veces estaba horas sin poder eyacular. Eventualmente Horacio se aburría o la mujer se aburría, y su pene volvía al estado flácido.
MUJERES CALIENTES QUIEREN ACOSTARSE CONTIGO
Horacio disfrutó durante algunas
semanas del genero Bukkake.
La esposa de Horacio comenzó a
engañarlo unos años antes que él se jubilara. Horacio se había vuelto alguien
huraño y, a medida que su cargo docente le empezó a parecer superfluo, se había
dedicado a la fotografía. Solo estaba en la casa para leer, el resto del tiempo
se dividía entre la docencia y sacar fotos en la calle. Ese ensimismamiento le
permitía a la esposa pensar que Horacio desconocía sus engaños. Pero él sabía
de ellos y optaba por ignorarlos. Al enterarse de que su esposa se acostaba con
otros hombres sintió una sensación de alivio.
Gonzo. El término alude al periodismo gonzo, en el que el reportero
es parte de la noticia. Por analogía, la pornografía gonzo coloca al operador
de la cámara directamente en la acción, hablando con los actores o siendo él
uno de los actores, sin separarse de la pornografía habitual.
El número de masturbaciones
diarias que Horacio realizaba por día había crecido significativamente desde
que mirar pornografía se había tornado algo habitual. Antes apenas llegaba a
masturbarse tres veces en una semana. Luego pasó a tres por día hasta llegar
hasta entre ocho o diez masturbaciones diarias.
MUJERES CALIENTES QUIEREN ACOSTARSE CONTIGO
Cuando el sueño recurrente donde
era perseguido por esqueletos que querían arrancarle su pene se fue disipando,
Horacio comenzó a irse a dormir más tranquilo. Sin embargo, siempre despertaba
con la mano en su pene. La madre, que muchas veces había observado la obsesión
de su hijo por tocárselo, le preguntó por qué lo hacía. A lo que Horacio
respondía: “Necesito saber que sigue ahí”.
Horacio disfrutó durante unos
meses el género JOI.
La pasión que alguna vez tuvo
Horacio por la literatura se vio desplazada hacia la fotografía. Sus fotos se
caracterizaban por un uso extraño de la luz y por tener en el centro de la
imagen el objeto más insignificante de la escena. No sacaba fotos con fines
profesionales, era algo así como un hobby que cubría una parte de su
desinterés.
Horacio notó en un breve lapso de
tiempo que los rollos de papel higiénico se acababan cada vez más rápido. En
dos meses había llegado a comprar cinco packs de cuatro rollos cada uno.
Llegado determinado momento comenzó a comprar rollos en supermercados
diferentes.
Hentai. Es una palabra japonesa que puede traducirse como “pervertido” o “perversión”. Hentai es el nombre que recibe el género de manga (historieta japonesa) y anime (animación de dicha historieta) de contenido pornográfico.
Los domingos eran los días en que
la masturbación ocupaba un espacio central. En esas horas muertas y vacías,
Horacio solo quería masturbarse. No solo porque no había otra cosa para hacer,
sino porque ese día se había transformado con el paso del tiempo en una
tradición.
Horacio se enteró de los engaños
de su esposa, en primer lugar, porque llegaba con olor a cigarrillo y a perfume
de hombre. La otra pista fue que su esposa empezó a estar más callada y
distante, rasgo que para Horacio delataba su culpabilidad.
Horacio disfrutó durante unos
días del género Homosexual.
En algún momento posterior a su
divorcio, Horacio intentó utilizar aplicaciones de citas. Fue durante esos
encuentros, azarosos y aburridos, que notó la disfuncionalidad de su pene.
Horacio llegaba a masturbarse
hasta veinte veces los domingos.
Desconocía las razones de la
disfuncionalidad de su pene. Creía que el hecho de haber pasado gran parte de
su matrimonio con poca o nula actividad sexual debía haber dejado algún tipo de
secuela. El exceso de pornografía, quizá, también.
En la adolescencia, Horacio, al
igual que el resto de sus compañeros varones, dibujaba obsesivamente penes en
las hojas o en los bancos del colegio.
La única manera que Horacio tenía de eyacular en el periodo posterior a su divorcio era pura y exclusivamente masturbándose por su cuenta.
El acto de mirar pornografía se
convirtió, con el paso del tiempo, en un ritual. Primero se desnudaba de cuerpo
entero; luego, se sentaba en la silla de su escritorio, frente a la notebook;
colocaba el rollo de papel higiénico a su izquierda; elegía un sitio
pornográfico gratuito; miraba algunos videos completes hasta que finalmente
seleccionaba uno que era digno de su eyaculación.
Fisting. Es un término inglés con el que se designa la práctica de
la inserción braquioproctal o vaginal. Un acto sexual consistente en la
introducción parcial o total de la mano en el recto o la vagina de la pareja.
Es una práctica considerada como extrema, y se suele recomendar que no se lleve
a cabo sin los necesarios cuidados previos (desinfección, limpieza, guantes de
látex, lubricante, etc.) y posteriores (dilatación paulatina).
Un día la madre de Horacio
recibió una llamada del colegio. La directora, con una voz férrea y clara, le
pidió que asistiera al colegio para una reunión. La madre, entre enojada y
asustada, atendió a la cita.
Horacio disfrutó durante unas
horas del género deepthroat.
Cuando la madre de Horacio se
sentó frente a la directora del colegio, supo que nada bueno iba a ocurrir. La
directora comenzó a explicarle que Horacio había estado mostrando su “miembro”
(la incomodidad de la directora se mostraba en la articulación de cada letras)
a compañeros y compañeras. Y, peor aún, había estado tocándoles el “trasero” a
sus compañeras.
A veces, el ritual de
masturbación de Horacio sufría algún tipo de variación. Por ejemplo: en vez de
solamente observar los primeros videos, antes de elegir el que era digno de
eyaculación, empezó a mirar mientras comía algo (por lo general, snacks).
Horacio comenzó a notar, luego de
que mirar pornografía se tornara algo habitual, que sus deseos de masturbación
aparecían en los lugares más extraños: cuando daba una clase sobre vanguardias
históricas, cuando esperaba que lo atendieran en la panadería, etc. Tan solo
cedió ante el deseo una vez: estaba en un restaurant, comiendo con un amigo,
cuando el deseo de masturbarse lo atacó. Fue hasta el baño y se masturbó ahí.
Cuando la madre de Horacio volvió de la reunión con la directora del colegio, le enseñó a su hijo (que no tenía más de once años), a fuerza de golpes e insultos, que no debía ni mostrar su “miembro” ni tocarle el “culo” a sus compañeras.
El anuncio aparecía esta vez como
un pequeño recuadro en el medio de la pantalla, impidiendo hacer clic en otro
lado. Alejado del recuadro, en la esquina superior derecha, había una pequeña
cruz para cerrar el anuncio. Horacio dudaba. Si apretaba, quizá se encontraría
con alguien. Imaginaba que ese alguien femenino estaría también atravesado por
la experiencia pornográfica y que sería similar a él. También pensó que podría
materializar algunas de sus fantasías con dicha persona imaginaria y que ella
podría materializarlas en él. La sublimación de sus más retorcidos deseos
estaba al alcance de su mano. Tan solo bastaba un clic.
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