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[1] Este escrito fue publicado en el diario digital Visceral en noviembre del 2019, en la
sección “Transfiguraciones”. Por lo general, dicha sección, presentaba
ficciones o hechos reales que se asemejaban a ficciones. Este relato, narración
o crónica está firmado con las iniciales FSP. (ver Diario Visceral,
noviembre del 2019).
[2] No se sabe la procedencia de la cita.
Aunque se afirma por un lado que pertenece a Enrique Lihn, podría
pertenecer tranquilamente a Mickey Mouse o al artista británico Damien Hirst.
[3] La banda platense Peces Raros se presentó en esa
ocasión en la famosa plazoleta Noche de los lápices. Junto con ellos tuvo la
chance de tocar la guitarra Francisco Downey.
[4] La ketamina tiene un efecto sedativo. Cuando llega al
torrente sanguíneo uno experimenta una sensación placentera. Lo más probable es
que ella haya consumido una mezcla de ketamina con cocaína que produce, además
del placer, la emoción y adrenalina propias de la cocaína.
[5] Este largo paréntesis más que aclarar oscurece.
Suponemos que es intencional. La interpretación que uno deduce es que Marcos
fue el novio de Sofía, la actual novia de Francisco Downey, y que, de alguna
manera, terminaron la relación en buenos términos, sin más sentimientos que el
de una amistad (de ahí lo de “el cariño que se le tiene a una hermana”).
[6] Además de que los hombres son educados de manera tal
que tienden a mostrar más explícitamente su sexualidad para demostrar su virilidad, la
cocaína provoca un algunos casos la liberación de hormonas.
Incluso, puede llegar a tal punto que se busca cualquier agujero para meter el
pene.
[7] Esta anécdota que le cuenta Marcos a Francisco es la
misma que aparece en el cuento “Exactamente no fue Bernadette” de Charles
Bukowski, antologado en el libro Música
de cañerías (1983).
[8] Todos estos son síntomas propios de una sobredosis. No
queda claro, sin embargo, el estado posterior de Sofía. Más adelante, Marcos
intentará exhortar a un Francisco Downey fuera de sí de volver con Sofía y
“estar con ella en el hospital”, dando a entender que ella, quizá, tenga
chances de sobrevivir a la sobredosis.
[9] Es imposible determinar, cuando es un relato escrito y
el narrador se encuentra bajo los efectos de la cocaína, en cuanto tiempo
ocurren las cosas. Por ende, la duda de la nota 9 se sostiene.
[10] Muchos dealers
o transas, cuando quieren terminar con la vida de alguien que le debe mucha
plata o puede generarle problemas, cortan el producto con algún tipo de veneno
o algo que facilite la sobredosis (muchas veces vidrio picado).
[11] Al igual que los abogados caranchos, en los recitales
y fiestas siempre hay alguna persona esperando la desgracia ajena para provecho
propio.
[12] La guitarra que entregó Francisco Downey a estos
“tanques” desconocidos a cambio de información era una Gibson SG roja. El autor
ha elegido omitir que información, suponemos que por el suspenso, pero por las
acciones siguientes sabemos que trata de un individuo, apodado “Conejo”, de
piel morena, que vestía pantalones holgados y una remera oscura. Además, tenía
una marca de nacimiento o cicatriz en la mejilla derecha.
[13] Curioso que haya trabajadoras sexuales en esas zonas
de Parque Saavedra. En estos últimos dos años deben haber migrado a otra zona
de trabajo.
[14] Sumado a los efectos de la droga y que estaban
corriendo, esa noche hizo alrededor de 34°C. Los diarios titularon la noche
como “El horno que calentó a La Plata” o “Infierno en La Plata”.
[15] Las obras de arte nombradas pertenecen a dos artistas
platenses Camila Jáuregui (Tw: @kamiljauregui) y Mora Petraglia (Ig:
morapetraglia). El otro cartel nombrado empapeló La Plata durante un buen tiempo
en un intento inútil de pelear contra el consumo constante de drogas que había en los
recitales y fiestas. El mismo rezaba: “Las drogas son veneno. No consumas”.
[16] “La catábasis o katabasis (del griego κατὰ, 'abajo' βαίνω 'avance') es un descenso de
algún tipo, como bajar una ladera, el sol al atardecer, una retirada en una
campaña militar, una expedición a los
infiernos o un viaje desde el interior hacia la costa.” (ver Wikipedia).
[17] “El taxista fue asaltado por dos jóvenes, ambos bajo
los efectos de las drogas. Uno de ellos le pegó con un palo con clavos que
había agarrado de la calle. No paraban de gritarle y le pedían saber dónde
estaba un tal ‘Conejo’. No quisieron robarle y, según dijo la víctima, la
inseguridad en la zona no da tregua.” (Diario La Nación, 19 de octubre de 2019; ver nota).
[18] La Plata es reconocida, entre otras cosas, por sus
diagonales. Incluso muchos jóvenes platenses tienden a perderse en ellas. Por
eso es coherente, aunque tonto, que ambos no sepan realmente donde están
parados, ni cómo llegaron ahí (además, hay que considerar el estado de los dos
y la oscuridad de la noche platense).
[19] Las casas viejas de La Plata, especialmente las
llamadas casas chorizo, son laberínticas, por más que sean una línea recta (ver
Paradoja de Zenón).
[20] Dada la violencia del caso (cuando las autoridades
llegaron a la escena, muchos de ellos se descompusieron) no tardaron en
aparecer las entrevistas. Cuando le preguntaron a los padres sobre su hijo
Marcos, aclararon: “Él nunca fue violento. Fue un buen chico toda su vida. No
podíamos reconocerlo. No podemos entender como nuestro hijo podría haber
llegado a hacer semejante inhumanidad”. Cuando Francisco Downey se recuperó de los
golpes que le proporcionaron los que vivían en la casa tomada (le fracturaron
una pierna y tuvo un contusión que lo dejó inconsciente por días), no quiso dar
comentarios a los medios ni a curiosos.
[21] "La víctima fue identificada bajo el nombre de Federico
Cáseres. No era conocido bajo ningún apodo. Pesaba 71kg. Medía 1,69 metros. Piel
morena. Su ropa, una remera negra desteñida y un pantalón cargo, se encontraban
en pésimo estado. Tenía una distintiva
marca de nacimiento en la mejilla izquierda: una mancha oscura." (Citado del
informe policial)
[22] “La policía sigue interrogando al principal sospechoso del asesinato en la zona de Parque Saavedra. La victima fue un okupa, asesinado a golpes con un palo con clavos. Vivía en una casona junto con otros 4 compañeros. El sospechoso ha dicho poco y nada sobre el porqué de sus actos. La policía no puede entender porque un joven de 21 años podría matar a un triste okupa. El resto de sus compañeros afirman nunca antes haber visto antes al procesado.” (Diario La Nación, 19 de octubre de 2019; ver nota)